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Lo que se piensa durante la espera


La brisa es violenta cada noche, violenta y fría, capaz de aminorar el paso del más fuerte y hacer retroceder a los débiles de cuerpo, pero no de espíritu que no se rinden, que luchan sin importar si en el ejercicio de caminar por esta ciudad pisan alguna línea de esas que de niños evitaban con seriedad y vigor.

Les observo desde la ventana cerrada del carro, en mi lugar de copiloto, esperando que el hombre a quien llamo “amor” compre un par de cigarrillos que nos hagan entrar en calor. Aunque siempre he pensado que esta ciudad no está hecha para fumadores, es una osadía darle candela a la nicotina con en esta brisa arrebatadora o bajo el sol incandescente que siempre nos mira durante el día.

Mientras le espero, la ciudad habla, vive y se ilumina entre lo cotidiano y lo inesperado, la señora de siempre vende fritos en la esquina bajo la tenue luz del alumbrado público, los niños corren tras un balón que marca el son de un canto propio del comienzo de la vida, parece ruido, pero si le escuchas bien es energía y emancipación. Un par de novios se besan y desde la distancia aquello se parece bastante a lo que me han contado del amor.

He descubierto que no necesito papel y lápiz para escribir, basta organizar las palabras que bailan por la calle, basta escuchar los latidos de esta ciudad que se balancea entre los extremos de la vida y la muerte, el progreso y la barbarie, la opulencia y la miseria.

Me fijo en aquel anciano de cabellos blancos que se balancea en su mecedora desde la esquina más cómoda de una gran terraza. Seguramente aquel hombre espera todo su día para ese momento, en el que respira lo que ya no puede ser, quizá se levantaba tempranísimo, porque el té de valeriana a cierta edad deja de tener un extenso efecto, toma una taza de café amargo, tal y como le acostumbraron de pequeño, se acicala para el interior de un hogar que ya no es del todo suyo, la perdida de la movilidad hizo desaparecer la autoridad y el mando que años atrás ostentaba, ahora sólo espera que le atiendan y con suerte en una hora cualquiera, alguien acepte uno de sus tantos consejos o escuche alguna de sus múltiples historias. Por ello, la noche es lo mejor de su día, un fragmento que nadie puede expropiarle, "únicamente la muerte tendrá ese poder", imagino que se dice a sí mismo mientras se empolva para ver pasar el mundo, ignorar los saludos de conocidos a los que nunca estimó, enterarse de los chismes que comentará con él mismo pasándolos por un exigente termómetro moral, respirar un aire no tan fresco y volver a ocultarse antes de que el sereno haga estragos en su sistema inmunológico. Probablemente esa era su vida, o no, pero mientras le observo, quiero saber si alguna vez fue feliz, si conoció el amor o por el contrario fue presa de una soledad que se dedicaba a clasificar en sus días de juventud, si le lloró el alma o el cuerpo, si quiso escaparse de él mismo, o anclar en lo profundo fue siempre su camino, si vivió, si por un instante se sintió satisfecho, si saboreo el placer de juntar el sexo con el amor... Quise saberlo todo, pero no sirvió el querer. La puerta del carro se abre y yo salto de mi ensueño, miro a los ojos de mi amor y sonrío, sus ojos verdes me recorren con dulzura, emprende la marcha y yo enciendo mi cigarrillo, pregunta “¿en qué piensas?” y yo balbuceo un despreocupado “nada”. Andamos hacia nuestro destino, mientras la ciudad sigue viviendo aunque nadie se detenga a escribirla o contemplarla.

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