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Un cuento llamado DEMOCRACIA

Aprovechando la cercanía de la segunda vuelta a elecciones presidenciales en Colombia, quiero contarles mi experiencia como funcionaria de la registraduría en el marco de unas elecciones a congreso hace ya varios años atrás. Curiosamente, las mismas elecciones en que cayó el cartel de compra de votos de Aída Merlano. La verdad es que la política siempre ha tenido un lugar en mi corazón, no puedo encerrarme en mí siendo ajena a la injusticia, la decidía y el oportunismo del gobierno.

Hace más años de los que quiero admitir, tuve la posibilidad de ser delegada principal de un puesto de votación, como es bien sabido, son las instalaciones de los colegios las que se adecuan para este fin. Fueron semanas previas de capacitaciones, llenar formularios y trabajo duro en general, pero no fue hasta el domingo del sufragio que la Colombia que García Márquez nos describió se hizo visible. Llegado el gran día, recuerdo que no se había asomado el sol del amanecer cuando ya pisabamos el centro de votaciones ultimando los detalles, siendo apenas las 4:00am, nunca consideramos que el amor patrio o la responsabilidad cívica fuese la razón por la que, faltando cuatro horas para el inicio de las votaciones, las personas comenzaran a aglomerar en la entrada. Fuimos cuatro civiles fungiendo como responsables de todos los votos que se marcaron en aquel centro educativo, nuestros ojos bailaban tratando de tener una respuesta incluso para lo desconocido, aunque estábamos ejerciendo una función nuestros sentidos se llenaban cada vez más de realidad. Se hicieron las 6:30a.m, dentro se encontraba todo en su lugar, eso nos dió el respiro suficiente para darle una última mirada a las aulas, las listas, la función a cada uno asignada y desayunar, todo al tiempo. Afuera el número de sufragantes, al ojo, superaba los trescientos, a través de las puertas cerradas podíamos sentir el sofoco de quienes llevaban horas a la espera. El sol de Barranquilla que suele alumbrar de más en días así, ya calentaba lo suficiente para hacer sudar generando fastidio y picor, pero jamás para hacer desistir a los votantes, así que, cualquier utensilio se transformaba en algo válido para cubrirse el rostro, mientras los pies soportaban con tenacidad el cansancio. Cuando el reloj marcó las 7:30 am todo estuvo oficialmente listo, treinta mesas con sus urnas y cabinas, una fila de jóvenes con computadoras para lectura biométrica, policía revoloteando por allí, un bello canino olfateando hasta el último rincón, dos representantes de la defensoría del pueblo y uno del CTI ubicados bajo un árbol de mango, trás una mesa de plástico a punto de cumplir su ciclo de uso, echándose fresco, hablando entre sí, sin mucha conexión con lo que pasaba a su alrededor. Y nosotros, yendo y viniendo porque aquello era nuestra responsabilidad. En ese momento se dió la orden para que quienes habían sido asignados como jurados ingresaran, se inició la verificación de identidad y lentamente pasaron cada uno de los filtros, policía, registraduría, biometría y como destino final las mesas. Al ubicarse en sus puestos la duda se les pintaba en el rostro, no habían asistido a las capacitaciones, los pocos que sí lo hicieron fue para cumplir el requisito pero era como si no hubiesen estado ahí o peor, como si nunca hubiesen votado. Tocó dar una rápida capacitación, sin dejar de responder las mismas preguntas una y otra vez durante todo el día. Llegó la hora cero y los votantes comenzaron a ingresar, traían a cuestas la prisa y el hastío de la espera, inundaron cada rincón con sus historias, sin embargo, la consigna era unánime, votar rápido porque a dos calles los estaban esperando con los 100.000 pesos que valía su voto, algunos tenían menos suerte y la promesa se resumía a 50.000 pesos, pero no importaba, eso bastaba para resolver dos y hasta tres días de alimentación. Nos encontrábamos en un barrio de muy escasos recursos, la miseria se les reflejaba en la piel, al igual que la ignorancia que provoca el restringido acceso a la educación y se acrecienta con los años de hambre y la carencia general de oportunidades. La temperatura subía sin piedad, la biometría resultó ser un filtro lento y la fila en lugar de disminuir, crecía a cada minuto. Se hicieron las 10:00 am y ya teníamos a dos mujeres embarazadas a punto de desmayarse, ancianos ultrajados por la muchedumbre y ocho policías incapaces de contener a la multitud, en ese momento, sucedió lo inevitable, el desespero se transformó en gritos, todos querían cruzar la entrada a la vez, y la primera confrontación cuerpo a cuerpo inició con un jalón de cabello, como en efecto dominó las disputas se reprodujeron a la velocidad de la ira, bocas partidas, ojos morados, niños llorando, jóvenes aprovechando el disturbio para ingresar escalando la pared lateral del colegio; no hubo otra opción que cerrar las puertas, y en un evento de eficacia que resultó casi milagroso, los refuerzos de la policía llegaron con el ESMAD (Escuadrón Móvil AntiDisturbios), solo bastó su presencia para que, como quien presiona un interruptor, los actos de violencia cesaran. De esa forma, volvimos a la normalidad, las puertas se abrieron y el ingreso se reanudó lento, pero "seguro", las historias retomaron sus voces. Un hombre, resaltaba en la multitud por su apariencia pulcra y su vestimenta fina, iba acompañado por un grupo considerable de personas, a quienes enumeraba insistentemente mientras ufanaba que el partido más importante de la costa, Cambio Radical, le había ofrecido veinte millones por llevar a aquellos votantes, pagando adicional a su comisión, un monto de 80.000 pesos por el voto a cada uno, lo decía a viva voz como si de una hazaña se tratase y a su alrededor las personas escuchaban sin el menor atisbo de asombro, algunos ignorando, otros deseando ser como él. Historias similares se escuchaban sin generar extrañeza o novedad, charlar era la forma más simple de olvidarse del sol, contar sus desdichas o presumir alguna gloria pasada hacía que soportar el inclemente clima, los empujones y el agotamiento, fuese un juego de niños. No nos dió tiempo de almorzar, quizá por eso recuerdo que el día se sintió como uno solo, ya saben, sin la diferenciación de mañana o tarde. Cuando se hicieron las 2:00 pm la fila se había multiplicado, los jurados estaban agobiados, acababan de retomar sus funciones luego de un corto almuerzo y lo único que los mantenía allí era la coerción de una multa millonaria, no había agua, comida o un bocadillo para ellos; la madre, el trabajador, el estudiante, estaban allí sentados ejerciendo una obligación en condiciones para nada óptimas. Recuerdo haber recibido a un hombre que a esa hora acababa de enterarse que era jurado de votación, su oficio era de reciclador, había ido a votar y resultaba ser jurado de esa mesa, un señor de más de cincuenta años que nunca había usado internet. Estaba al borde del llanto porque sus compañeros de mesa le dijeron que la multa por no presentarse era cuantiosa, lo hice firmar y le dejé ir, resultó ser un suplente, pero en ese momento me pregunté cómo hacen los censos en este país y cómo no tienen en cuenta cuestiones tan simples. Mientras tanto afuera, un hombre a quien sorprendieron robando fue inmovilizado por la policía y daba gritos pese a que nadie lo violentaba, como consecuencia, se exaltaron los ánimos de quienes seguían llegando. El presunto ladrón, sentado en una silla, no dejaba de dar gritos en un estado poco habitual de alteración. Todos los funcionarios de la mesa de justicia se acercaron con intención de calmarlo, pero él no estaba dispuesto a hablar con nadie y sí a lanzar golpes a quien se atreviera a acercarse lo suficiente sin importar su género. No hubo más alternativa, fue retirado del lugar esposado, retorciéndose mientras era forzado a subirse en el automóvil de la policía. Las cosas parecían volver a su orden por segundo vez, faltando una hora para el cierre, la fila superaba las 500 personas, así que comenzamos a ingresar obviando el filtro de la biometría y la evacuación fue exitosa. A las cuatro en punto, se hizo sonar el timbre del colegio y todo lo sobrante fue roto, dando paso al escrutinio. En ese momento el conflicto se trasladó de lugar y los testigos se convirtieron en seres hostiles dispuestos a engañar, aprovechándose de los jurados jóvenes para los cuales era su primera vez como jurado e incluso como votante, les influían a restar o sumar votos según su conveniencia, cuando me dí cuenta, los sacamos del lugar y volvimos a hacer una rápida pero lo más detallada explicación de cómo se veía un voto nulo y uno que no lo era. El conteo finalizó a las nueve de la noche, la última mesa se entregó justo a esa hora; y sólo quedaba esperar al transporte para el traslado. Quienes han sido jurados pueden confirmar que, las bolsas de votos vienen con unos sellos de seguridad, se supone que, esas bolsas deben guardarse en unas más grandes y seguras para ser trasladadas en un vehículo oficial de la registraduría custodiado por la policía. Nada de eso se cumplió, el reloj marcó las 11:00 pm y se decía que no habían carros oficiales disponibles para la zona, tocaba esperar. La verdad sí nos encontrábamos en una zona peligrosa, no obstante, en vehículo estábamos a apenas 4 minutos de una de las avenidas principales de la ciudad. A las 12:00 am, nos mandaron un carro cualquiera, para ser completamente honesta, el auto parecía andar de milagro, un modelo antiguo que se usaba mucho en esos tiempos para hacer colectivo. En la parte de atrás, empacados en sacos cualesquiera, viajaron los votos y la custodia de la policía resultó no darle la talla en velocidad a la carcacha que nos transportaba y apenas podíamos verle a la distancia. Solo íbamos dos delegados y el conductor en el auto con los votos, recorrimos un trayecto considerable. No pude evitar pensar durante todo el trayecto cuántos votos habían sido transportados en situación igual o peor de precariedad e inseguridad, cuántos corruptos aprovecharon la oportunidad de aquella ligereza con la que nos tomamos el ejercicio de nuestra democracia. Al llegar, esperamos en la puerta del salón de eventos asignado para la recepción de los votos, hicimos fila por más de 40 minutos, vimos llegar más y más delegados cargando sacos de votos, se les veía salir y entrar del recinto, cada grupo solucionando sus propios imprevistos, hasta que nos llamaron, entregamos, firmamos y por el resto de esa noche finalizamos. A la tarde siguiente, volvimos al colegio a dejar todo como se nos había entregado inicialmente, fue casi finalizando este trabajo que supe que debía escribir esta historia. El gendarme del colegio nos contó que estaba contratado a través de la alcaldía, un contrato de prestación de servicios que no pagaban puntualmente, pero siempre llegaba. Trabajo por el que estaba obligado a poner diez votos, el señor nos relató que su familia solo contaba con 5 personas habilitadas para votar, que el sector en el que vivía la compra de votos era tan recurrente que nadie te daba siquiera una foto del comprobante de votación a menos que estuvieras dispuesto a ofrecer algo a cambio, y como a él, le exigían los comprobantes en físico, estaba obligado a pagar 250.000 pesos por los 5 votos restantes, los prestó porque el próximo sueldo aun no llegaba y el anterior se fue como vino. Se me arrugó el corazón al ver su delgado rostro contraerse seguramente pensando en todo lo que pudo haber resuelto con ese dinero que ahora debía. ¿El partido político que lo obligaba? Por supuesto, Cambio Radical.


No tenemos los representantes que merecemos, sino los que nos han obligado a merecer producto de la falta de oportunidades, la ignorancia y la miseria como estandarte. No hay una forma simple de decirle a quien tiene hambre que no acepte el billete que le sacia (así sea efímero) y asuma la complejidad de elegir a conciencia. No obstante, después de esta historia al país le ha ocurrido mucho, muchos hemos hecho el trabajo de educarnos para educar y la posibilidad de elegir desde la esperanza y el optimismo hoy es una realidad. Por esta vez, no nos quedemos con lo que nos han hecho creer que merecemos, vamos a ejercer la democracia desde lo que es real. Si tienes dudas, escríbeme y hablamos un poco de este país, podemos crear un foro abierto, ejerzamos la democracia desde todos los espacios, discutir propuestas y pensarnos la Colombia que queremos también es ejercer la democracia y se lo debemos a quienes no pueden acceder a ella o murieron luchando por su defensa.

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