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La historia del olvido.

En el norte de América latina hay un país que se llama Colombia, lo bañan océanos, lo adorna una extensa vegetación y sobre su cielo cantan aves de pluralidad inigualable, no obstante una historia de sangre y dolor traza el camino, la historia de Colombia es la historia del olvido. Cada cuatro años olvidamos que hemos sufrido, cada cuatro años olvidamos que la impunidad es la orden del día, cada cuatro años olvidamos a mujeres como María del Pilar Hurtado, asesinada frente a su hijo, porque en Colombia, cual historia al revés, luchar contra la desigualdad es el delito.

El problema del olvido es que no es transitorio, se ha metido en todos los rincones, ha colonizado los corazones, por ello, las 17 veces que Javier Ordoñez suplicó por su vida no fueron suficientes para conmover a los policías que lo asesinaron, por ello, Dylan Cruz yace en un cementerio, asesinado por un agente del ESMAD al que le convencieron que salir a marchar era un acto que merecía toda su brutalidad. Ante la vista de la muerte sigue apareciendo el olvido, un olvido frío, un olvido que resuena en las voces de quienes justifican la violencia del estado.

En Colombia, la peor de las tragedias no llegó con la pandemia, desde hace muchos soles conocíamos el sinsabor de ver morir a quienes amamos a las puertas de una clínica, hace más de cien lunas que miles de familias duermen con el vacío de la miseria y la indiferencia del gobierno gruñendo en sus estómagos. Aquí, el desempleo, la precariedad y la falta de oportunidades recibieron al COVID y no viceversa.

No puedo decir que somos felices porque es un privilegio de pocos, no puedo decir que hay muchas cosas buenas cuando mientras escribo esto la mayoría de la población asalariada es explotada laboralmente con tratos y horarios abusivos. Para resaltar lo positivo están los medios de mi país que acallan el dolor dándole la espalda.

Yo escribo por aquellos que desearon con todas sus fuerzas entrar a la universidad y su única realidad fue la pobreza, por las mujeres violadas a quienes culparon y no pueden conciliar el sueño porque al cerrar los ojos el rostro de su agresor se presenta como una imagen viva e inamovible; escribo por las familias de las mujeres y hombres torturados y asesinados por el paramilitarismo, quienes tienen que vivir con la imagen de Álvaro Uribe Vélez libre y descarado posando de intachable mientras sus manos, sus palabras y sus acciones destilan la sangre de cientos de falsos positivos.

La historia de Colombia es la historia del olvido, ojalá pronto se nos dé por recordar, ojalá se nos dé por mirar hacia el pasado y eso nos motive a gritar con vehemencia y arrancar para siempre a Colombia de las manos de los corruptos.



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